La Cochita Amorosa Lectora: una propuesta para entender la etnoeducación afroecuatoriana desde los afectos.

The Cochita Amorosa Lectora: a proposal for understanding Afro-Ecuadorian ethno-education through the lens of affection.

Tipo de artículo (Investigación original)

Luis Andrés Padilla Suárez,

https://orcid.org/0009-0000-7547-7709

Universidad Intercultural de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas Amawtay Wasi.

Centro de Investigación de Estudios de África y Afroamérica.

Centro de Investigaciones, Estudios y Diálogos Sociales(Cinedis).

Email:[email protected]

Gabriela Alejandra Morales Perugachi

https://orcid.org/0009-0003-8000-2048

Colectivo Voces Negras para Sanar, Quito, Ecuador.

[email protected]

Sheila Alejandra Padilla Suárez

https://orcid.org/0000-0001-7662-634X

Grupo de Pensamiento Afrodescendiente, Quito, Ecuador

email: [email protected]

Andrea Jazmina Mosquera Méndez

https://orcid.org/0009-0009-2829-7567

Biblioteca Afrocentrada “Quilombo Lector”, Quito, Ecuador

email: [email protected]

Recibido: 16/05/2025

Aceptado: 27/06/2025

RESUMEN

El presente artículo de investigación analiza una iniciativa de etnoeducación afroecuatoriana en la ciudad de Quito denominada “Cochita Amorosa Lectora”. La misma es un círculo de lectura afrocentrado que articula lo afectivo como elemento pedagógico que permite el fortalecimiento colectivo de herramientas de sanación y resistencia. La etnoeducación afroecuatoriana es una de las luchas centrales del movimiento social afroecuatoriano, en tanto que se postula como una de las formas propias de enseñanza-aprendizaje que contrarresta la exclusión histórica hacia y contra el pueblo negro. En este escenario, la Cochita Amorosa Lectora es una propuesta educativa afrocentrada, que rompe con las políticas educacionales hegemónicas blancas.

PALABRAS CLAVE:

Etnoeducación afroecuatoriana, emociones, pedagogías, afrocentrado.

ABSTRACT

This research article analyzes an Afro-Ecuadorian ethno-education initiative in the city of Quito called “Cochita Amorosa Lectora”. It is an Afro-centered reading circle that incorporates affectivity as a pedagogical element, enabling the collective strengthening of tools for healing and resistance. Afro-Ecuadorian ethno-education is one of the central struggles of the Afro-Ecuadorian social movement, as it stands as one of their own teaching-learning methods that counteracts historical exclusion against Black people. In this context, Cochita Amorosa Lectora is an Afro-centered educational proposal that breaks with hegemonic white educational policies.

KEYWORDS:

Afro-Ecuadorian ethno-education; emotions; pedagogies; Afro-centered.

INTRODUCCIÓN

Hay cosas que grito y muchas veces no es para que los blancos lo entiendan, es porque necesito sacarlo de mí, es una especie de liberación, un trabajo del alma.

Kenneth Hardy

En el 2024, la Cochita Amorosa Lectora inició sus actividades en el distrito metropolitano de Quito con la premisa de “leernos”; buscando discutir y reflexionar sobre autores afrodescendientes que han escrito desde sus vivencias como personas racializadas, enfrentando al racismo epistémico. El proyecto se desarrolló meses después de que el gobierno ecuatoriano declaró al país en conflicto armado interno, tras la ola de violencia, la fuga del líder de una organización criminal, y la posterior toma armada de un canal de televisión entre otros hechos violentos. Tales sucesos desataron el ejercicio de una narrativa pública que fue destinada a la criminalización de cuerpos afrodiaspóricos con discursos como: “los afrodescendientes son violentos, delincuentes y se están matando entre ellos”.

En ese contexto, las siguientes líneas dan cuenta de las diferentes aristas que compusieron la Cochita Amorosa Lectora y el ejercicio de evaluación y sistematización colectiva de la misma. Así, en la primera parte brindamos un breve contexto sociohistórico de la etnoeducación afroecuatoriana, como preámbulo que explique a la Cochita Amorosa Lectora como un ejercicio etnoeducativo. En un segundo momento se expone el abordaje metodológico del presente artículo, enfatizando en las emociones como cuestión central; a continuación se detalla y reflexiona respecto a la puesta política-pedagógica de un espacio afrocentrado como lo es este proyecto de mediación lectora y, finalmente, se comparten las conclusiones de este artículo y reflexiones generales de lo que ha significado pensarse un proceso de educación propia afroecuatoriana.

Antecedentes de la etnoeducación afroecuatoriana y la cochita amorosa lectora

Hablar sobre etnoeducación significa hablar de los esfuerzos que el movimiento social afroecuatoriano (MSA) ha venido configurando como una de sus principales luchas y preocupaciones políticas, respecto a lo que históricamente ha sido el proyecto nacional ecuatoriano. En esa línea, han sido varias las denominaciones respecto a los procesos político-pedagógicos engendrados desde las comunidades y territorios afroecuatorianos: educación casa dentro (García, 2004), educación afroecuatoriana (León, 2023, p.17), o educación cimarrona (Chalá Cruz, 2023, p.15), han sido algunas nomenclaturas para pensar e imaginar aquel acto educativo que busca interpelar los distintos mecanismos de exclusión y explotación que se han vertido sobre el pueblo afroecuatoriano.

Como indica Rocío Vera (2017), la etnoeducación afroecuatoriana surge en un contexto en que el movimiento social afroecuatoriano comienza a fortalecerse a través de bases organizativas en las provincias de Esmeraldas, Imbabura y Carchi, a mediados de la década de los 70. En ese contexto, la figura de Juan García Salazar(2004), intelectual e historiador afroecuatoriano, es medular tanto en el MSA, como en la etnoeducación afroecuatoriana; sus primeras publicaciones sobre la historia y cultura afrodescendiente en Ecuador se remontan a finales de 1970, de ahí que sirva traerlo a colación respecto a brindar pistas en torno a qué significa y el interés de la etnoeducación afroecuatoriana, proyecto que él motivó, cimentó y acompañó: “el proceso de enseñar y aprender casa adentro, para fortalecer lo propio del que nos hablan los ancestros, es lo que ahora conocemos como la etnoeducación. Etnoeducar es igual a lo que nuestros ancianos llamaban: ‘el aprender casa adentro’” (p.14). En tal proceso, la oralidad y la memoria colectiva, son los principales fundamentos epistemológicos y pedagógicos de la propuesta etnoeducativa afroecuatoriana:

En la voz de los ancestros y celosamente guardada en la memoria colectiva de las comunidades, los significados y el recuerdo de la esclavitud sigue guardándose como la más importante razón para articular los procesos de resistencia, a todo lo que es impuesto desde la sociedad dominante (García, 2004, p.11).

Así, se comprende que la etnoeducación afroecuatoriana es un proceso pedagógico que busca, por un lado, fortalecer lo propio (casa dentro), y, por otro lado, pensar y accionar la agencia con lo exterior (casa afuera). Lo propio, hace referencia al ejercicio de desaprender los discursos y materialidades que desde lo ajeno han dicho y representado de lo negro-afrodescendiente, en tanto que, como explica León Castro (2005), “además de legitimar y reforzar relaciones y procesos de dominación, han impedido a las poblaciones de origen africano mirarse a sí mismas con una mirada propia” (p.58-59). Por ende, el ejercicio “casa dentro” de la etnoeducación afroecuatoriana, se configura como un acto de valorización de la humanidad afrodescendiente, y, al mismo tiempo, de sus saberes y experticias. En lo que refiere al “casa afuera”, se inserta en la capacidad de que, desde el saber-hacer afroecuatoriano, se propongan diferentes formas de entender el mundo, con sus formas pedagógicas y políticas.

La “cochita amorosa” es justamente una de esas estrategias y pedagogías ancestrales de comunicación y educación desarrollada por las comunidades del Valle del Chota-Mira, parte del territorio ancestral afroecuatoriano, a través de la cual se dilucidaban y dilucidan actividades y problemáticas comunitarias. En ella, las personas de la comunidad se reúnen de forma circular alrededor de una fogata, de manera que puedan verse entre todas y todos, para plantear un diálogo que propicie la horizontalidad. Es decir, es un espacio para hablar, debatir y abrazar lo común desde adentro, desde lo propio, como invitaba Juan García: “los negros y las negras, tenemos que aprender de lo propio y por nuestra propia voluntad de aprender, porque aquel que aprende por la voluntad y la boca del otro es para servir al otro que aprende” (2004, p.12).

Decisiones y posicionamientos metodológicos

Las reflexiones expuestas en el presente artículo son consecuencia de un ejercicio de construir una metodología colaborativa, que se asienta en la comprensión de que el acercamiento y producción del conocimiento siempre es relacional, pero, además, busca generar un conocimiento situado; y, en este caso, afrocentrado. Como explica el filósofo nigeriano Chukwudi Eze(2024), desde el pensamiento moderno-occidental se ha creído que el pensamiento racional(la razón), debe procurarse como objetivo a través de la separación cuerpo-mente, es decir, que esté exento de los malestares y preocupaciones que atraviesan los cuerpos en sus entornos naturales, sociales, y/o culturales, omitiendo que el ejercicio analítico del pensamiento surge desde lo vivencial-experiencial, de lo vernáculo. Con lo dicho, no asumimos que el análisis de la afectación al cuerpo ha sido nulo en la razón de occidente-eurocentrista, pero si en la histórica preponderancia de invalidar lo subjetivo-emocional como valedero.

Así, la forma en que nos acercamos y construimos conocimiento es resultante de las experiencias y testimonios que las personas participantes de este proyecto de mediación lectora colectiva han manifestado, en base a las problemáticas que atraviesan a los cuerpos afrodescendientes. Esto está íntimamente relacionado con la esencia constitutiva de la cochita amorosa, ya que, en sí mismo, es una metodología de construcción de conocimiento que pone a lo vivencial, a través de lo oral y afectivo, como principal técnica de producción de información a ser analizada y problematizada.

Se entiende así que la cochita amorosa lectora no separa lo reflexivo de lo emotivo, puesto que es justamente el poder de lo emocional lo que en esta experiencia se comprende como lo más relevante: se piensa desde la emoción que nos despiertan las vicisitudes que interpelan de diferentes formas en nuestra especificidad como individuos, pero que son comunes a la problemática afrodescendiente. Tanto bell hooks(2021,p.248), como Sara Ahmed(2015, p. 287-295), han reflexionado y explicado detalladamente cómo el cuerpo y las emociones son lugares-experiencias metodológicas y pedagógicas pertinentes para el análisis de las vivencias racializadas de las personas negras-afrodescendientes, debido a que los procesos de colonización y racismo en su contra tuvo a lo corporal afectivo, como tecnología de sometimiento.

Es así que, en el presente artículo se propone un análisis descriptivo y analítico de lo emocional como una cuestión central. Pero además, los afectos y desafectos no son únicamente objetos de estudio para analizarlos, sino también la materia prima de la producción de un conocimiento relacional. Así, partiendo de lo común, nos pensamos una experiencia de metodología y pedagogía política afrocentrada que considere el sostenimiento comunitario como medio para una praxis de transformación.

Puesta pedagógica de la Cochita Amorosa Lectora

La Cochita Amorosa Lectora es un círculo de lectura afrocentrado, en el cual se reúnen personas de distintos lugares, con costumbres únicas y formas propias de vivir; es decir, diversas identidades que proponen respuestas diferentes a las problemáticas comunes que enfrentan las personas negras (Collins, 2012, p. 106). Estos encuentros se realizan con el propósito de leerse, compartir experiencias, fortalecer lazos y crear comunidad, aspectos esenciales para promover epistemologías cimarronas. Cada uno de los textos presentados en los encuentros tiene por autoría a escritoras y escritores negros y negras. Esta decisión responde a un posicionamiento político de resistencia, debido a que en una sociedad donde no somos referentes para leer e investigar, es necesario crear espacios donde nuestras redacciones sean contempladas y sujetas de análisis. Textos con los que además tenemos mayor conexión y cuentan con claridad nuestras historias, diversas problemáticas que atravesamos y las luchas constantes que vivimos.

Los encuentros lectores se realizan en un parque público al aire libre, al igual que lo realizaban nuestros ancestros y ancestras, y que en la actualidad estos espacios se siguen desarrollando en los territorios afroecuatorianos. Se la organiza de esta manera por el afecto y conexión con la naturaleza, la tierra y la vida, es decir con el territorio, ya que el pueblo afrodescendiente lo reconoce como un espacio donde se recrea la existencia y se reproducen las tradiciones. Como plantea Minda (2002, p. 58) respecto a lo que involucra el concepto de territorio, “la riqueza del pueblo negro: su cultura, la reproducción bilógica y social expresada como continuidad y la política”. El territorio representa el espacio sagrado y con alto valor, donde no solo se produce, sino se desarrolla la cultura, cosmovisiones y espiritualidades. Por ello, la necesidad de que los encuentros lectores no sean en espacios cerrados, y además se puedan plantear ejecutarlos en barrios donde esté concentrado un alto número de población afrodescendiente en la ciudad de Quito.

A través del acto de la lectura en voz alta, por turnos y en colectivo, en la Cochita se analiza, reflexiona, se manifiestan saberes y se transitan diversas emociones, es decir, se crean nuevas pedagogías que responden a procesos etnoeducativos que desde antaño las comunidades negras han ido desarrollando. Al sentarse en el suelo, unos junto a otros y escuchar nuestras reflexiones, que surgen después de lo leído, y, también, gracias a lo vivido, contribuye a que se promueva un debate horizontal donde cada persona puede hacer suya la palabra. El debate con cada una de las apreciaciones permite, de igual forma, nuevos aprendizajes que se construyen a partir del diálogo y de la conexión de vivencias. Este proceso dialógico nos permite reflexionar sobre las diversas posturas ante un mismo tema, de igual forma permite reconocer la necesidad de espacios donde nos escuchemos y se tenga la libertad de manifestar nuestras ideas.

La comunidad de nuestro círculo de lectura se ha conformado en su mayoría por personas jóvenes, las cuales vienen a los encuentros con muchas interrogantes y planteamientos sobre los aspectos que implica ser una persona negra en una sociedad permeada por el racismo. En esa línea, ha sido importante que esas experiencias sean analizadas en colectivo, porque varias voces permiten tener diferentes formas de abordar una situación. Las personas racializadas son vistas como “diferentes” desde su infancia, gracias a que sus entornos les demuestran comportamientos discriminatorios ante sus cuerpos, costumbres y formas de actuar, y es esencial construir una manera reparadora de abordar estos males y fortalecer aspectos identitarios. Fomentar que las generaciones más jóvenes construyan un posicionamiento que les permita interpelar y enfrentar la discriminación es esencial.

Las pedagogías cimarronas o etnoeducativas de nuestro círculo de lectura afrocentrado, se alejan de planteamientos lógicos descriptivos (Colella, 2022), donde el proceso de asimilación y análisis de saberes se centra en un individuo transmisor de ideas el cual pretende que estas sean replicadas. Estas transmisiones de conocimientos, que responden a un modelo de enseñanza tradicional, son las que no incitan a la creatividad y a resignificar lo aprendido. Apelamos en nuestro proceso lector a una transformación de los conocimientos, a que las problemáticas sociales que nos atañen le demos una mirada distinta, con apertura y la capacidad de construir soluciones desde nuestra agencia y con ideas que son dignas de ser puestas sobre la mesa.

Las temáticas escogidas para cada encuentro buscan irrumpir en los imaginarios de los y las presentes y contar situaciones en las que se mueven las emociones, y permita, por medio de la incomodidad existente, cuestionar las ideas establecidas con respecto a las poblaciones de ascendencia africana. Las elecciones de textos que promuevan la interpelación han hecho que cada uno de los espacios de lectura sean especiales y únicos. Porque se discuten problemáticas sociales históricas que nos topan, pero los análisis son diferentes, las ideas que se enuncian nos hacen reflexionar sobre nuevas realidades, sobre la importancia de la aceptación, sobre cómo es necesario que nos cuestionemos y con ello podamos posicionarnos frente a la sociedad.

Sobre los espacios afrocentrados: el caso de la Cochita Amorosa Lectora

Desde siempre, la historia y vida de las culturas ancestrales ha sido contada en libros escritos por colonizadores, lo que provoca que sean pocas las personas afrodescendientes que se reconocen o identifican con las narrativas que hablan de ellos. Chimamanda Ngozi Adichie (2018) en su obra “El peligro de la historia única”, afirma que las historias negras importan, ya que desde hace décadas las historias se han utilizado para despojar y para difamar, pero también, se pueden utilizar para empoderar y humanizar.

De acuerdo con Adichie, las historias mal contadas pueden romper la dignidad de las personas, pero también, existe una contraposición que puede reparar esa dignidad rota por medio de la etnoeducación, los espacios afrocentrados han tomado fuerza en el Ecuador y se han aliado entre sí con la premisa y necesidad de acercar la lectura al territorio, como es el caso de la Cochita Amorosa Lectora, juntanzas que buscan hacer comunidad y proteger nuestra herencia y saber ancestral. Los espacios afrocentrados permiten el reconocimiento, la representación y la identificación con problemáticas comunes entre los participantes. Esto favorece que las personas se sientan entendidas y comprendidas, lo cual repercute en la recuperación de la memoria colectiva.

Por otro lado, en el estudio Just How White Is the Book Industry? (Que tan blanca es la industria del libro), realizado por Richard Jean So y Gus Wezerek (11 de diciembre de 2020) para el New York Times, revela datos interesantes sobre la extrema blancura en las editoriales en Estados Unidos y la falta de acceso a la literatura. En 2019, el 85% de las personas encargadas de adquirir libros para editoriales eran blancas. En el 2020, 22 de los 212 libros de la lista de los más vendidos del NYT fueron escritos por personas afrodescendientes, finalmente, en 2019, la mitad de los pasantes de la industria editorial se identificaron como personas negras.

Analizando estos datos sorprende el alcance de la desigualdad tanto para el acceso como para la producción de literatura negra. En Ecuador según las estadísticas del Ministerio de Cultura y Patrimonio (2022), los ecuatorianos leen únicamente un libro completo y dos incompletos al año, y únicamente el 22.3% de los ciudadanos lee literatura por placer. Estas cifras son menores para grupos históricamente discriminados, a pesar de que la lectura es una herramienta indispensable ya que puede ser la clave para el desarrollo y la igualdad social. Es así que, en respuesta a esas estadísticas de desigualdad, el primer ejemplar leído en la Cochita Amorosa Lectora, fue la obra “Botica” de la autora afroesmeraldeña Yuliana Ortiz Ruano, ya que el círculo de lectura también se convirtió en una herramienta de promoción intelectual de nuestros autores y saberes.

Esta obra explora temas como la identidad afrodescendiente, la herencia cultural y la resistencia. A través de su lenguaje, Yuliana Ortiz reivindica las raíces afroecuatorianas, conectando con la memoria colectiva de su pueblo afroesmeraldeño, con esta obra pudimos recordar esa medicina ancestral heredada de las abuelas, convirtiendo a la cochita amorosa lectora en un espacio simbólico de sanación y resistencia, donde las palabras actúan como remedios y el intercambio de saberes mostró alternativas para curar enfermedades. Es una obra que invita a la reflexión sobre el pasado, el presente y la espiritualidad negra.

En el segundo encuentro, leímos dos capítulos de la obra “El odio que das” de Angie Tomas, en donde las reflexiones giraron en torno a la violencia policial, la violencia estética y cómo las comunidades negras han creado sus mecanismos de protección ante la brutalidad policial. En el Tercer encuentro, retomamos a las autoras afroecuatorianas, y leímos a la autora Gabriela Morales quien es parte del equipo que construyó la cochita amorosa lectora. Su investigación “Mujeres Negras y Belleza: Construcciones estéticas en tensión”, nos llevó a explorar y comprender la construcción y percepción de belleza en las mujeres negras, las narrativas de resistencia y empoderamiento que las mujeres afrodescendientes hemos construido frente a los estereotipos impuestos socialmente.

Finalmente, complementamos la discusión con la lectura del libro “No me toques el Pelo” de Emma Dabiri, quien nos llevó a poner sobre la mesa la carga política e histórica que tiene el cabello afro, la historia de las trenzas y cómo poner en práctica el autocuidado. Esta lectura la combinamos con una actividad práctica, un breve taller de trenzado impartido por la artista estética afroecuatoriana Danely Aguas, oriunda de Carpuela, una de las comunidades ancestrales afroecuatorianas del Valle del Chota.

En un territorio en donde la población afroecuatoriana tiene los peores índices en lo que respecta a bienestar, es necesario propiciar experiencias para ennegrecer los espacios que comúnmente han sido utilizados para exponer historias y vivencias de personas blancas y/o mestizas, contemplando un nuevo paradigma que va acompañado de una representatividad digna en los puntos de lectura. Dentro de los espacios mayormente convencionales, replanteamos los elementos que consolidan lo que conocemos como “realidad”, una historia única, reorganizando los puentes que nos conectan con otros sentires, otros saberes y otras formas de habitar el cuerpo simbólico y social.

Las emociones como productoras de conocimiento

Las emociones han sido históricamente el centro de análisis de la psicología, empero, a continuación presentamos a las emociones como productoras de conocimientos válidos, ampliando esa visión occidental. Usaremos el análisis de Sara Ahmed(2015a), quien nos plantea a las emociones no solo como estados psicológicos, sino como prácticas culturales que se estructuran socialmente a través de circuitos afectivos. Eso es cultural y no solo psicológico, demostrando que los sentires son sociales y colectivos. Las emociones se construyen en las interacciones entre los cuerpos, en las relaciones entre las personas.

Cada encuentro de la Cochita Amorosa Lectora, fue un nido emocional, no solo por los distintos estados emocionales que cada uno habitaba, sino por el transitar de una emoción a otra en un mismo momento. Podíamos pasar de la rabia, hacia la risa, del miedo a la tristeza; todo en un mismo espacio temporal. Cada sesión daba lugar y sostenía ese nido de emociones que, como ha sido mencionado por una de las personas participantes: “como persona negra no había experimentado antes un espacio donde se me permita sentir de verdad”.

En el primer encuentro, tras leer a Yuliana Ortiz, conectamos con nuestras infancias, permitiendo que las y los participantes envíen mensajes a su niña/o interior: “Está bien sentirse diferente y verse diferente, inclusive está bien sentir miedo de esa diferencia, abrázala y permítete tomar ventaja”, comentó una de las asistentes. Durante el encuentro pudimos reconocer cómo las infancias se encuentran conflictuadas al reconocerse como sujetos negros; desde temprana edad comienzan las auto interrogantes ¿por qué luzco distinta/o a las otras niñas/os? ¿Por qué mi cabello no luce como el de los/las demás? ¿Por qué soy tratada/o diferente? Al no tener respuestas, las percepciones de insatisfacción corporal empiezan a emerger, la niñez negra resulta dolorosa y marcada por el racismo.

El dolor y la tristeza estaban presentes, pero esta vez no desde la individualidad como la mayoría lo vivió en la infancia, esta vez el dolor era compartido. El dolor generalmente se ha descrito como privado, incluso una experiencia solitaria, como un sentimiento que yo tengo que los otros no pueden tener, o como un sentimiento que otros tienen y que yo no puedo sentir (Kotarba, 1983, p. 15). El dolor en este encuentro estuvo colectivizado, identificando cómo las emociones requieren una respuesta colectiva.

En el segundo encuentro, además del profundo dolor y tristeza que emergió tras la lectura de los capítulos 1 y 2 de la novela El Odio que das, que refleja la cercana realidad de la criminalización racial de las personas negras, se presenció la rabia, como movilizadora de injusticias sociales. El psicólogo Kenneth Hardy, experto en trauma racial, menciona la diferencia entre enojo y rabia. El enojo es la emoción que todas y todos atravesamos como seres humanos. La rabia, este psicólogo la describe como el estado emocional ligado a las experiencias de degradación, marginación y silencio forzado(Kenneth Hardy, comunicación personal, 2023).

Sin duda alguna, la rabia, en compañía del dolor emergieron con gran intensidad en este encuentro, “no tienes la culpa de que el mundo en el que vives sea tan cruel”, explicó otra de las personas asistentes. Lorde (2007), reconoce también a la rabia como una fuerza transformadora reveladora de injusticias y como una emoción para promover la denuncia y el cambio, uno de los testimonios recopilados en un encuentro nos permite reconocerlo: “Protege tu vida pero no dejes que la violencia se normalice”. Desde la rabia nos reconocimos como seres humanos valiosos y dignos de ser validados, a pesar de la deshumanización que se reflejó en cada testimonio de criminalización compartido, que elevaba cada vez más la intensidad emocional, la energía de justicia y transformación, reflejándose en los pedidos de seguirnos juntando para compartir y sentir.

El miedo, inevitablemente estuvo presente, al tocar la criminalización racial, al reconocernos como cuerpos descartables, cuerpos no reconocidos, cuerpos olvidados. Siempre vistos desde los ojos blancos como los cuerpos “temidos”. Sara Ahmed (2015) sugiere que el miedo se siente de manera distinta en diferentes cuerpos, en el sentido de que hay una relación con el espacio y la movilidad en juego en la organización diferencial del miedo mismo (114). “Me da miedo”, dicha afirmación de miedo le dicen al otro que él es la “causa’’ del miedo, de una manera que es personal (Sara Ahmed 2015).

El reconocerse como cuerpo generador de miedo desde la mirada blanca racista, produce miedo, porque esto significa que eres un cuerpo en sospecha, un cuerpo del que se cuidan, un cuerpo que puede ser atacado y asesinado. Entonces, en esta sesión reconocimos al miedo no solo como un estado que sienten los cuerpos no blancos al ver un cuerpo racializado, sino el miedo que sentimos como sujetos racializados al no saber si la sospecha con la que el otro nos mira nos hará no llegar a nuestras casas con vida.

En el tercer y cuarto encuentro compartimos experiencias y sentires en torno a las estéticas negras, estos movilizaron grandes emociones, sobre todo entre las mujeres negras asistentes. “A veces mi cabello me hace sentir rabia y tristeza. Siento que no es justo sentirme fea; pero otras veces tener este cabello me hace sentir que soy linda y diferente, única y no común”, explicó una de las mujeres asistentes. Habitar un cuerpo negro es una constante ambivalencia, que nos hace pasar de la tristeza por no encajar en la belleza hegemónica blanca, a la alegría de acuerpar nuestra ancestralidad afrodescendiente, “amo mi cabello; simboliza en mi la historia, lucha, resistencia y sobre todo amor”, expresó otra participante. Entre lágrimas, sollozos, suspiros, miradas cómplices y abrazos sostenedores nos miramos y reconocimos como personas negras bellas y diversas; adquirimos además, el compromiso colectivo de generar espacios para las infancias negras, al identificar lo que nos hizo falta a esas edades, como explicó otra de las mujeres participantes de uno de los encuentros: “hay cosas que necesitan ser nombradas, los dolores de las personas negras también son trasversales”.

No queremos dejar de mencionar a la alegría como parte de las emociones presentes en los encuentros, recordándonos nuestro derecho a vivir sabroso, como diría Francia Márquez. El goce y el placer han sido politizados en las comunidades negras; en medio de la rabia, el dolor, la tristeza y los miedos, la alegría fue vital en cada encuentro. Mientras alguien nos contaba alguna anécdota jocosa, durante los momentos de espera para el inicio del encuentro, mientras comíamos, al final, cuando todos y todas, llenos de alegría nos agradecíamos por lo compartido, preguntándonos cuándo nos volveremos a encontrar. La alegría fue parte de cada encuentro, motivando el placer de sentirnos en comunidad, de ser el Ubuntu; al reconocernos en nuestros sentimientos más profundos, empezamos a dejar de sentirnos satisfechas con el sufrimiento y la auto-negación y con la paralización que tan frecuentemente parece ser la única alternativa en nuestra sociedad (Lorde, 1995).

Conclusiones

La experiencia de la Cochita Amorosa Lectora, como deudora de los procesos de etnoeducación afroecuatoriana, da luces sobre cómo los pueblos afrodescendientes y afroecuatorianos siempre han buscado formas autónomas de resistencia y pedagogías para la reproducción de la vida. En ella se muestran formas otras de comprender lo que es el saber, a partir de una reflexión colectiva del cuerpo y las emociones, como potencias creadoras de conocimiento.

Los contextos educativos que irrumpen y promueven la criticidad, también es un privilegio, porque el acceso educativo que tiene la mayoría de la población repite modelos educativos bancarios (Paulo Freire, 2005). Es importante llevar estos conceptos y metodologías disruptivas a las periferias, barrios y comunas. La Cochita Amorosa Lectora es un espacio de educación no formal, que se aleja de los modelos pedagógicos establecidos desde hace décadas en las instituciones educativas, busca por medio de la oralidad ancestral afroecuatoriana a través del proceso de lectura grupal, crear otras pedagogías, más sensibles, horizontales y activas.

La Cochita Amorosa Lectora no solo es un círculo de lectura: es un acto político, un espacio de ternura radical y resistencia colectiva. En un país donde la historia ha sido contada mayoritariamente desde miradas ajenas a nuestras raíces, los espacios afrocentrados emergen como faros de memoria, sanación y lucha. Estos encuentros permiten no solo leer, sino también reescribir el mundo desde nuestras voces, nuestras heridas y nuestras esperanzas. Al recuperar la palabra, también recuperamos la dignidad que nos fue negada. Cada libro leído, cada conversación compartida, cada trenza tejida, es una afirmación poderosa de que nuestras vidas importan, de que nuestras historias deben ocupar un lugar central en la narrativa nacional. En tiempos de tanta desmemoria, este espacio nos recuerda que leer, y verbalizar lo leído, también es una forma de resistir y de sanar juntos.

Los encuentros de la Cochita Amorosa Lectora nos han permitido experimentar cómo las emociones no son meras reacciones individuales sino colectivas, políticas y profundamente pedagógicas. A través de la lente de Sara Ahmed, comprendemos los afectos como socialmente construidos y las emociones más allá de ser una experiencia personal, son una construcción de cuerpos, historias y resistencias. En cada lectura, habitamos la rabia, el miedo, la tristeza, pero también la alegría y el placer de sentirnos juntos/as. La colectivización y la politización de la alegría se convierten en herramientas de sanación y lucha. De modo que, este texto escrito a varias manos, ha procurado ser un ejercicio analítico de cómo la oralidad afroecuatoriana sigue constituyéndose como lugar-experiencia para el encuentro y resistencia frente a contextos sociopolíticos adversos.

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